Adriana Olalla, del Equipo de Assessment & Cultural Transformation de Wyser, reflexiona para Capital Humano sobre “El valor del trabajo”; artículo que cobra un cariz especial, al impregnar en cada letra la incertidumbre y la impotencia vivida durante las primeras semanas de confinamiento.
Históricamente se ha escrito mucho sobre el valor del trabajo, de hecho, la teoría del valor-trabajo se ha desarrollado durante siglos. Importantes pensadores llegaron a conclusiones diferentes, una de las teorías clásicas más conocida fue la formulada por el filósofo economista Adam Smith, que consideraba que «el trabajo era la unidad de medida exacta para cuantificar el valor». El valor era la cantidad de trabajo que uno podía recibir a cambio de su mercancía.
La niñez del pequeño Adam transcurrió en un mundo convulso, en el corazón y en pleno siglo de la «Revolución Industrial» que transformaría el conjunto de las relaciones económicas, sociales y políticas de Europa y el mundo. Un siglo clave que daría paso al establecimiento de las relaciones sociales del capitalismo a nivel mundial.
Aunque quizás alejados de esa teoría, desde siempre el trabajo ha sido y será pivote esencial en la vida de los hombres, a través de él, desplegamos habilidades, nos ponemos en contacto con el mundo, desarrollamos vínculos y aportamos a la sociedad.
Dada su contraprestación es en este entorno donde se desarrollaron nuevas jerarquías sociales y se establecieron rutinas. Comúnmente hoy entendemos el trabajo como el lugar al que acudimos en la jornada laboral para ganarnos la vida, para realizarnos en una profesión y/o para aportar a la sociedad a cambio de una contraprestación.
Este valor nos recuerda principios como la responsabilidad, la ética, el compañerismo, la meritocracia, el esfuerzo y la lealtad que asumimos cada día en nuestra organización. Sin embargo, hemos llegado tan lejos dignificando este valor que en numerosas ocasiones las personas dejamos de tener una identidad propia para adquirir como única y relevante aquella que te otorga una profesión, «Fulanito el médico» «Fulanito el camionero»
Esto último da que pensar, por lo menos a mí. El trabajo es un arma de doble filo cuando se infrautiliza su valor, con él alimentamos el ego que tanto nos separa, asumimos falsas creencias, y nos desconectamos de aspectos vitales como la salud, o para muchos la familia.
A cuántas personas conocemos que laboralmente su vida se ve agitada por el estrés, sumergidos en ansiedad, insatisfacciones y búsqueda de culpables. Algo estaremos haciendo mal, que lo que nos ha dado tanto y supuesto una revolución mundial en cómo vivimos las personas, al mismo tiempo nos está lapidando.
De repente justo antes de la primavera del 2020, cuando creíamos controlarlo todo, el mundo se para. El sistema se detiene por un virus desconocido que nos pone en peligro. En esta ocasión todos somos iguales, bueno no todos, pero tenemos que aislarnos por nuestro bien y el de los demás.
El trabajo y nuestros puestos pasan a otro lugar. Es gracioso ver que tus hijos o tus mascotas no te valoran en casa pasando tiempo por tu cargo, probablemente tengas incluso el nuevo rol de profesor, limpiador y cocinero, sino que valoran gratamente tenerte con ellos por quien eres y el valor de tu tiempo.
Todos hacemos lo que podemos, algunos paramos antes y pudimos teletrabajar, otros como el señor camionero que llevaba la fruta y la verdura viajan incansablemente para que podamos llenar nuestra nevera, y la señorita de la charcutería nos atiende amablemente cuando vamos a la compra, con miedo. Cuantísimo valor tiene su trabajo, cuantísimo valor tienen dignamente todos.
Los bomberos, policías, porteros, cajeros, ni que decir de los servicios sanitarios, todos al pie del cañón. Pero cuánto se nos ha olvidado. Ojalá les devolvamos con algo más que aplausos lo que nos dan, a todos.
El valor del trabajo tiene una estrecha relación con el propósito, o más vulgarmente conocido, con hacer aquello que nos mueve. Cuanto más directamente relacionado esté, más satisfechos estaremos, al fin y al cabo, es a lo que más tiempo probablemente dedicamos.
Existe una frase, atribuida al sabio chino Confucio, que encierra el sueño de todas aquellas personas que buscan un trabajo con el que ganarse la vida, «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida». Frase aspiracional, pero útil, para otra ocasión hablamos de la importancia de aspirar (desear). Hoy, como siempre el equipo de Wyser y nuestra matriz Gi Group ayudamos a las personas en su búsqueda de ese sueño y/o medio vital.
«Ayudar», como nos están ayudando tantas personas a hacernos la vida más fácil mientras estamos en casa. No olvidemos que el valor del trabajo es un valor en sí mismo, cuidémoslo, todos. Si el mundo se ha visto obligado a parar, quizás nos está gritando «resetear».